25 de septiembre de 2008

EN CONSTRUCCION DE MOMENTO

4 comentarios:

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Hola, Bárbara: Otra vez disfrutando con tu arte creativo. Esta vez te has lucido. Has escrito un cuento terrible, que deja a uno pensando en quién y por qué ha matado al anciano.

He notado algunas cosas que se te han pasado. Te las pongo por correo. Un beso, amiga.

Vito Márquez dijo...

La espera ha merecido la pena. Un buen relato, rápido de beber, con giro inesperado al final.

Enhorabuena!!

Margarita dijo...

Atreyu, ¡qué título! Para poner los pelos de punta. Con lo que me gusta el terror… Me gustó, todo, de arriba abajo. Me resultó inquietante y Jacinto muy enigmático, a lo suyo.

Los diálogos están muy bien, tiene un aire misterioso. Todo el cuento fluye, es ágil, te lleva, porque capta el interés desde el principio y no decae en ningún momento. Un gusto leerlo.

Besos,

Margarita

Mónica Bezom dijo...

Hola, Bárbara:

Traigo algunas aproximaciones a este texto de esas que dejé en el foro.
El título: "CERO, SEIS, SESENTA Y SEIS, EFE, EFE."

Para escoger un título la autora dispuso de gran variedad de alternativas desde el contenido textual. Por ejemplo: "Don Jacinto"; "El anciano de la plaza"; "El atropello"; "Un accidente insano"; "Vínculo filial", "Abandono", "Testimonios"... En fin, realmente muchas opciones.

Sin embargo, optó por el precitado.

Entonces, luego de leer el micro, y aún antes, lo veo como un anatema. sin más. Ninguna otra alternativa podría encajar, si es que lo hace, como el escogido "CERO, SEIS, SESENTA Y SEIS, EFE, EFE." en la calidad de anatema.


"Jacinto estaba sentado en uno de los bancos de la plaza, como todas las mañanas. Como cada mañana hablaba en voz alta para sí mismo:

-Cuarenta y dos, sesenta y cuatro, be, jota. Veintisiete, noventa, de, ele. Cero, seis, sesenta y seis, efe, efe..."
Un comienzo tranquilo... Si no fuera por la inclinadita en la repetición autista que hace Jacinto de las identificaciones vehiculares.

Digo "autista", por cuanto se destaca: "Como cada mañana hablaba en voz alta para sí mismo:"

En tal sucesión, aparece el título -el "0666ff"- rematando el hilo repetitivo.

Se advierte aquí un comienzo a medio camino de la intranquilidad, por obra de la frase alfanumérica que recrea el título: tiene un triple seis.

"-¡Bueno días don Jacinto! -dijo la señora Amelia, mientras observaba su alrededor, aparentemente buscando a alguien.

Jacinto no contestó, ni siquiera la miró. El hombre continuó con lo suyo:

-Cuarenta y cinco, sesenta y ocho, ene, ese."
Consolida la incidencia que la reiteración -traída de la mano de una presunta insania de Jacinto- tendrá en la conducción de la historia.

Y se introduce un nuevo elemento: el viejo no es un extraño en la plaza, puesto que es saludado.

"-¿Dónde está tu hijo, Jacinto? -preguntó Amelia- ¿Por qué no ha venido aún a buscarte?

Jacinto no contestó. Seguía recitando sus números con la mirada perdida.
La señora Antonia, que venía cargada de bolsas de la compra, se acercó también al banco.

-Cero, seis, sesenta y seis, efe, efe."
A la pregunta por su hijo -otro nuevo ingrediente-, el anciano continúa en la suya, pero adoptando una marcada deferencia por la alfanuméricas: el anatema ¡otra vez!

"-¿Ya vuelve a estar aquí solo, el pobre? -le preguntó Antonia a Amelia.

-Sí -respondió la aludida-. No entiendo cómo lo dejan solo si saben en que estado está.

-Cero, seis, sesenta y seis, efe, efe."

Bien. El triple seis y las dos efes, en los dos quotes citados, rematan sendos retazos escénicos.

Queda establecido que "Cero, seis, sesenta y seis, efe, efe." reúne la calidad de centro y escondite.

"Las dos señoras se alejaron del lugar lamentándose de la suerte del pobre anciano.
Un coche se acercó a Jacinto y las dos señoras, que se percataron, dieron media vuelta para regresar al lado del anciano hombre.

-¡¿Te parece normal dejar a tu padre solo en su estado? -vociferó Amelia, dirigiendo su ira hacia el joven que bajaba del coche.

-¡Eres un insensato! ¿No te das cuenta que puede perderse? -le preguntó Antonia.

-¿Y a ustedes dos que coño les importa? -repuso el joven, en tono amenazante- Además le gusta estar en la plaza. En casa se pone nervioso."
Un párrafo bienvenido. Permite un respiro y manipula con total desparpajo al lector; basta este intercambio verbal para que se sospeche de ese hijo, o por lo menos, se le tome antipatía.

(Esto se complica, ¿eh? Tan sutilmente, que parece todo tan claro... claroscuro. Oscuro, me digo ahora, que voy por partes).

Sin embargo, el hijo contesta todo lo mal que hubiera contestado cualquiera ante la intromisión en cuestiones privadas. Menos creíble hubiera sido que ante el inquisitivo interrogatorio y reproche de las vecinas, hubiera respondido con dulzura.
Su molestia no lo transforma en un asesino filial. Y es un joven. Buen dato: los jóvenes se impacientan con mayor facilidad; ello no implica maldad. Todos nos impacientamos por mucho menos. Así que me desdigo de lo que pude opinar en otros post en tanto se contradigan con este.

"El chico se acercó a Jacinto para ayudarlo a levantarse. Jacinto, que por primera vez en toda la mañana miraba a los ojos a alguien, recitó:

-Cero, seis, sesenta y seis, efe, efe.

-Sí, padre. ¡Vamos, sube al coche!"
El padre por primera vez en la mañana mira a alguien a los ojos: a su hijo. Jacinto no habla ya consigo mismo; Jacinto -padre le habla a su hijo: "cero, seis, sesenta y seis, efe, efe"

Creo que le está proporcionando un dato. Este dato es ignorado por todos, sin que pueda culpárselos. Y que ese dato no es la matrícula del auto del chico. Es otra... la del que vendrá a cargárselo. En esa línea de ausencia de lucidez, no ve lo próximo o inmediato, pero puede ver lo mediato, lo que vendrá.

La mente perdida tal vez, sólo abandonó el camino esperado. Ahora, las piezas me encajan como que este hombre, que tiene intervalos lúcidos frente a su hijo, le está avisando algo que sucederá. Y al mismo tiempo, está sentenciando. Pero, dado que el joven ha sido presentado como impaciente y de mal talante, el lector desprevenido compra lo que ha vendido la autora antes: hijo malo, hijo dueño del vehículo agresor, con patente de triple seis, para más inri.

"A la mañana siguiente en la plaza había mucha agitación. Todos los congregados estaban alrededor de uno de los bancos y susurraban unos con otros. De inmediato acudieron al lugar varios agentes de seguridad, una ambulancia y un coche de atestados.
El cadáver de Jacinto, en pésimas condiciones, estaba empotrado en el banco donde solía sentarse cada mañana.
El conductor que lo había embestido, de manera poco accidental, se había dado a la fuga.
Los policías interrogaron a todos los que pudieron ver algo de lo sucedido. Como única pista consiguieron el testimonio de un anciano que presenció, desde su balcón, la brutal agresión.

En el cuaderno de notas de uno de los policías se podía leer:

"Matrícula del vehículo: 0666-FF."
El anatema. La sentencia previa.

Dos cosas: Jacinto avisó como pudo, pero con nada de suerte. El final, por más que ahora me aparto de lo dicho en otros post, es sin duda abierto.

La otra: "empotrado": resulta medio raro para un atropello, pero es perfecto si ese siniestro fue perpetrado por un triple seis!

Y "de manera poco accidental" A mí se me hace un acierto rotundo.

Queda claro que no fue un accidente. Esta hipótesis -aunque mejor digo evidencia-, es reforzada por "la brutal agresión" presenciada por el testigo del balcón: una brutal agresión NO es un accidente. No se presume accidental.

Acabé el rollo.

Me conforma esta interpretación y me aparto de la intención que pudo animar a la autora, porque al fin y al cabo, me ha dado a degustar un plato que a cada paladar le sabe distinto. Es el resultado de los buenos textos.

Te felicito, Bárbara. Aunque este "hijo" (me refiero al micro) no sea lo que esperaste de él. (Nunca lo son )

Besos.