25 de septiembre de 2008

5 de junio de 2008

CARTA AL ÚNICO AMOR QUE NUNCA MUERE


Desde el primer momento que vi tus ojos, supe que ya nada apagaría lo que parecía ser un incendio en mi interior. Jamás advertí esa sensación por ningún otro ser vivo. Jamás. Observaba tu piel, tan linda, tan suave... nunca me cansé de tocarla. Cuándo eran tus manos las que me acariciaban, parecían portadoras de agua fría y refrescante; ese agua que tanto anhela el que viaja por el desierto. Por muy mal que fueran las cosas, por muy intransitable y oscuro que fuera el camino, tus ojos poseían la cualidad de alumbrar mi cielo. Jamás me faltó la luz; estabas a mi lado. Aquel día juré que te haría feliz, que te amaría con todas mis fuerzas y que nunca dejaría que nada ni nadie te hiciera daño.
Hoy puedo decir, al verte, que no lo he hecho tan mal. Eres feliz y tus ojos siguen brillando como el primer día. Hoy puedo decir que soy una persona afortunada por tenerte a mi lado. Gracias por alegrarme mi juventud y gracias por regalarme tu relevo. Relevo que amare como te amo a ti. Él será el encargado de alegrar mi vejez.
De tu padre con amor.

3 de abril de 2008

¿QUÉ TAN CERCA SE PUEDE ESTAR DE DIOS?


Aquel año casi acabé con la paciencia de mis padres. Hay que tener en cuenta que mis notas bajaban a la velocidad de la luz y que mi voz subía de la misma forma que lo hace un globo de helio, al escaparse de las manos de un niño, cuando discutía con ellos.


Si a esto añadimos que "San Pedro", mi hermano mayor, era una especie de ratón de biblioteca con una conducta intachable y que mis padres eran unos beatos consumados con una clara predilección por su primogénito, mi adolescencia fue un laberinto con muchísimas puertas cerradas.


Recuerdo que aquellas Navidades acabé odiando a mi hermano, tanto como a mis padres. Aunque sabía perfectamente que él jamás me apoyaría en nada, nunca hubiera imaginado qué me la jugara como lo hizo...


Con mis amigas planeamos ir de vacaciones a esquiar a la sierra, ya tenía a mis padres casi convencidos, y aunque recelosos, si "San Pedro" hubiera mantenido su bocaza cerrada, habrían accedido.

En los argumentos explicativos, a los que me sometían mis padres cada vez que querían negarse a que llevara a cabo mis planes, en esta ocasión: "¿porqué creía que era bueno ir a esquiar, y que beneficios sacaría de la experiencia?", tuve que dejar de decir algunas verdades, como por ejemplo, que no sólo seríamos chicas, que venía el chico que me gustaba y que quizás alguien llevaría sustancias ilegales, entre otras cosas.

Si alguna de esas "verdades" hubiera salido a la luz, mis vacaciones se habrían ido al traste, pues para mis padres, eran como mínimo, pecados mortales.


El viernes antes de partir hacia la sierra, estaba preparando la maleta para cinco días de liberación, y ante mi sorpresa mi madre entró en la habitación para anunciarme de una manera algo irónica, que siguiera preparando la maleta, porque sí me iría de vacaciones, pero no a la sierra con mis amigas si no a un seminario de catequesis con el Padre Sebastián, el párroco del pueblo. Salió de la habitación no sin antes mencionar casi todas las "verdades" que en mi argumentación olvidé, y como no, sin antes recordarme que debería parecerme más a mi hermano y que de seguir por ese camino Dios no aceptaría mi alma. Recuerdo que lloré hasta que me dolieron los ojos...


l sábado en el autobús que llevaba hacia a algún sitio incomunicado en medio de ninguna parte, y con las voces de veinte niños retumbando en mis oídos, no dejaban de repetirse en mi mente las últimas indicaciones de mis padres, frente a la mirada victoriosa de mi hermano: "Esperamos que esta escapada en compañía del Padre Sebastián te sirva para reflexionar sobre tu conducta y te acerque más a Dios". El autobús nos dejó en la cima de un monte, donde había un pequeño santuario en medio de la naturaleza. Nos dispusimos a dejar las mochilas, así que fuimos hacía las habitaciones. Los niños dormían en una gran sala con literas y resultó que sólo quedaba una habitación con una cama, el Padre Sebastián me miró de reojo, y haciendo un movimiento más propio de un atleta de olimpiadas que de un anciano de su edad, ocupó la cama, y mirándome con cara de pena me preguntó si me sabía mal que se quedara con ella. Accedí como toda persona con dos dedos de frente hubiera hecho. El padre Sebastián me condujo hacía mi improvisada habitación, era pequeña aunque muy acogedora, se trataba de una sala de estar con una gran chimenea, dos grandes sofás y una enorme y mullida alfombra blanca que imitaba la piel de un oso polar. Me sentí la reina de ese lugar por un instante, aunque el instante se esfumó cuando el Padre Sebastián me contó que por la tarde llegaría un joven estudiante de teología y que tendría que compartir unos de esos sofás con él. !Mi gozo en un pozo! Realizamos varias actividades para los niños y he de reconocer que me lo pasé bastante bien. Por la tarde llegó el estudiante del que me había hablado el Padre Sebastián, nos presentó, se llamaba Eduardo y creo que notó en mi rostro la sorpresa qué me produjo... Era un chico muy atractivo, quizás 4 años mayor que yo, alto y de pelo moreno, con los ojos verdes más bonitos que jamás había visto. Mi antigua teoría de que todos los que se hacían curas, era porque no tenían ningún éxito con las mujeres, se vio totalmente truncada ante semejante aspirante. Por la noche hacía mucho frío, así que Eduardo y yo encendimos la chimenea. Resultó ser un chico muy inteligente y divertido, abierto a cualquier tema de conversación. Hablamos de muchas cosas y jugamos a cartas encima de la alfombra blanca. Cogí mi saco de dormir y me tumbé frente a la chimenea para dormir. Eduardo apagó la luz y se tumbó en el sofá, a los pocos minutos ya dormía. Yo tardé un poco más, pero recuerdo que me dormí observando su rostro e intentando expulsar malos pensamientos de mi mente.


El día siguiente fue muy movidito, entre juegos y gymkhanas nos lo pasamos muy bien. Me sorprendí varias veces observando los gestos de Eduardo y me sentía culpable y ruborizada. Por la noche encendimos de nuevo la chimenea, hablamos de temas más profundos, de los problemas con mis padres y de la trastada que hizo mi hermano. A él le pareció gracioso y a mi ya no me molestaba tanto el hecho de estar frente aquella chimenea. Volvimos a jugar a cartas y cuando nos cansamos apagamos la luz. Yo volví a ocupar mi lugar delante de la chimenea y Eduardo el suyo en el sofá. En mitad de la noche noté como él se colocaba a mi lado, no dije nada pero el corazón estaba a punto de salirme por la boca. Por la mañana me hice la sorprendida, él sonrió y me dijo que tenía frío.


Aquel día lo dedicamos a la meditación y a charlas sobre la vida de Dios. No fue tan divertido como el día anterior pero no me importó. Por la noche hicimos fuego de nuevo y volvimos a tocar temas profundos, yo le expuse mis ideas sobre Dios y que pensaba que las de mis padres eran demasiado radicales, él se limitaba a escucharme y a sonreír. Esta vez me preguntó si podía dormir de nuevo a mi lado esa noche, que por cierto, era la última que pasaríamos allí, ya que a la mañana siguiente iríamos hacia el pueblo. Yo le dije que si. Se levantó y apagó la luz, cogió su manta y se tumbó mi lado, a sólo un palmo de mi cuerpo... La tenue luz de la chimenea hacía que sus ojos brillaran aún más si cabía. Estaba empezando a dormirme, cuando todo mi cuerpo se estremeció, la mano de Eduardo acariciaba mi cara, abrí despacio los ojos y allí estaba aquel rostro angelical mirándome, tan cerca que notaba su aliento suave y caliente. Mi corazón parecía un caballo desbocado, se acercó un poco más y me besó con una ternura inexplicable. Estaba temblando, todo mi cuerpo estaba temblando. Besaba mi cuello mientras me quitaba la blusa muy despacio. Me acarició, miró, besó, probó y bebió de cada tramo de mi piel. La suya era suave como la de un melocotón, su torso firme como la madera y su aroma era fresco como el mar. Sucumbimos a la pasión de aquel momento. Por la mañana me desperté y estaba arropada con su manta, aquella noche dejé de ser niña, me sentía eufórica. Preparé la maleta y plegué su manta con sumo cuidado, aún podía sentir su aroma impregnado en ella. Me puse el abrigo azul y salí de la habitación. No le vi en el desayuno, e inquieta por su ausencia pregunté al Padre Sebastián por su paradero y como excusa usé la manta que cuidadosamente aguantaban mis brazos. El Padre Sebastián me contestó que se había ido de madrugada y arrebatándome el único objeto que me recordaría aquella maravillosa noche, me dijo que no me preocupara por la manta que él se encargaría de dársela.


De camino a casa, en mi interior se batían en duelo varias emociones, la de no volver a verle, la emoción de la noche anterior, la desesperación por tener que volver a casa. Ganaron las emociones negativas, pues me puse llorar en aquel asiento de autobús como si fuera uno de esos veinte niños de catequesis. Rebusqué en el bolsillo de mi abrigo azul en busca de un pañuelo, pero en vez de eso encontré una nota:




Cristina:

El otro día hablando contigo sobre Dios,

me di cuenta de que existen diferentes caminos para llegar hasta él.

Después de conocerte, creo que me equivoqué con el mío.

Si tu paso por el Santuario, no ha sido tan decepcionante como esperabas

y no te arrepientes de no haberte fugado con tus amigas,

reúnete conmigo a las 21:00 h frente a la iglesia.


Eduardo



Al salir del autobús vi que mis padres me esperaban en la parada, bajé la maleta y me dirigí hacia ellos. Mi madre me dio un gran abrazo y me dijo:


-Cristina, ¿cómo ha ido todo?, ¿te has acercado más a Dios?



-Si madre, y creo que ya jamás me voy a separar de él.

12 de febrero de 2008

SAN VALENTIN (LA HISTORIA)


Historia de San Valentín
Los enamorados tienen un día en nuestro calendario para demostrar o reafirmar su amor mediante regalos dedicatorias o poemas pero ¿por qué el 14 de febrero? ¿Quieres conocer la leyenda de San Valentín y de dónde procede esta celebración?
Existen diversas teorías que otorgan a esta fecha el origen del Día de los Enamorados. En los países nórdicos es durante estas fechas cuando se emparejan y aparean los pájaros, de ahí que este periodo se vea como un símbolo de amor y de creación.
Algunos creen que es una fiesta cristianizada del paganismo, ya que en la antigua Roma se realizaba la adoración al dios del amor, cuyo nombre griego era Eros y a quien los romanos llamaban Cupido. En esta celebración se pedían los favores del dios a través de regalos u ofrendas para conseguir así encontrar al enamorado ideal.
También, y hace muchos siglos, fue tradicional en Inglaterra la "fiesta de los valentinus", donde se elegían a hombres y a mujeres para que formaran pareja. Muchas de estas parejas se convertían en marido y mujer y conseguían la felicidad de pareja que se espera encontrar y consolidar el Día de San Valentín.
Otras fuentes centran el origen de la historia de San Valentín en la Roma del siglo III, época en la que el cristianismo era perseguido. En este periodo también se prohibía el matrimonio entre los soldados ya que se creía que los hombres solteros rendían más en el campo de batalla que los hombres casados porque no estaban emocionalmente ligados a sus familias.
Es en estas circunstancias cuando surge la figura de San Valentín, un sacerdote cristiano que ante tal injusticia decide casar a las parejas bajo el ritual cristiano a escondidas de los ojos romanos.
Valentín adquiere por proteger a los enamorados y auspiciar bodas secretas gran prestigio en toda la ciudad y es llamado por el emperador Claudio II para conocerle. El sacerdote aprovecha aquella visita para hacer propaganda de la religión cristiana y convencer al emperador para que siga los pasos de Jesús. Aunque en un principio Claudio II se sintió atraído por aquella religión que los mismos romanos perseguían, los soldados y el propio Gobernador de Roma le obligaron a desistir y organizaron una campaña en contra de Valentín. El emperador romano cambió de opinión y ordenó al gobernador de Roma que procesara al sacerdote.
La misión de condenar al sacerdote la tuvo que llevar acabo el lugarteniente, Asterius. Éste, cuando estuvo delante del sacerdote, se burló de la religión cristiana y quiso poner a prueba a Valentín. Le preguntó si sería capaz de devolver la vista a una de sus hijas que era ciega de nacimiento. El sacerdote aceptó y en nombre del Señor obró el milagro. El lugarteniente y toda su familia se convirtieron al cristianismo pero no pudieron librar a Valentín de su martirio. San Valentín fue ejecutado un 14 de febrero.
Mientras estuvo encerrado, su carcelero le pidió que diera clases a su hija Julia, a base de lecciones y horas juntos, Valentín se enamoró de la muchacha. La víspera de su ejecución, envió una nota de despedida a la chica en la que firmó con las palabras "de tu Valentín", de ahí el origen de las cartas de amor y poemas que se envían los enamorados en la actualidad y de la expresión de despedida "From Your Valentine"; conocida en todo el mundo adjunta en miles de postales de San Valentin. La historia de San Valentín hubiera quedado ahí si no fuera porque dos siglos más tarde la Iglesia católica la recuperó. Por aquel entonces era tradición entre los adolescentes practicar una curiosa fiesta pagana derivada de los ritos en honor del dios Lupercus, dios de la fertilidad que se celebraba el día 15 de febrero. Era un sorteo mediante el cual cada chico escogía el nombre de una joven que se convertiría en su compañera de diversión durante un año. La Santa Sede quiso acabar con esta celebración pagana y canonizó a San Valentín como patrón de los enamorados.
El cuerpo de San Valentín se conserva actualmente en la Basílica de su mismo nombre que está situada en la ciudad italiana de Terni. Cada 14 de febrero se celebra en este templo un acto de compromiso por parte de diferentes parejas que quieren unirse en matrimonio al año siguiente.
Sea como fuese, San Valentín se ha convertido en el patrón de todos los enamorados y de todas aquellas personas que quieren tener una pareja. Los comerciantes se han hecho eco de esta festividad y la han convertido en un día perfecto para aumentar las ventas. Flores, postales, poemas de amor, dedicatorias, bombones y regalos de todo tipo se realizan este día al ser querido para demostrar su amor y amistad.

23 de enero de 2008

ARPÍAS


-Pienso que deberíamos decírselo.-dijo, Ángela - Yo no se lo diré, desde luego, pero creo que es lo mejor para ella.-concluyó.
-¡Oh claro!-exclamó Beatriz y tomó otro trago de su refresco- Imagínatelo por un momento, le decimos:
"Mira Carlota, bonita, no te enfades con nosotras, pero es que... verás... ¿tú te acuerdas de Carmen, esa amiguita tuya de la infancia, a la que aprecias tanto?, pues... te vas a reír... pero, es que hace cuatro meses que te la pega con tu prometido"
-¡Por favor, Ángela, no seas ridícula!
El ambiente en aquella mesa de bar se podía cortar con cuchillo.
-A ver, vamos a calmarnos un poco- sugirió Sonia, que parecía más relajada que las otras dos- Yo se lo diré.
-Ni se te ocurra abrir la boca Sonia, no enredes más las cosas.- le contestó, Beatriz.
-¡Es que no hay derecho! ¡Me tenéis encasillada!, y total, por dos o tres comentarios inoportunos.- se defendió, Sonia.
-¿Por dos o tres comentarios, dices?, pero si cuando intentas sembrar paz, alguien acaba prácticamente herido…- puntualizó, Ángela.
-Si, además, creo que eres poseedora de un don que Dios te ha otorgado, que debe tener algo que ver con lo del Apocalipsis.- añadió Beatriz entre risas.
-¡Vaya por Dios!, qué graciosas mis dos niñas...- Sonia se había ofendido- Bueno, ¿sabéis qué?, pues que me da igual, yo se lo voy a decir, además, tenéis que saber que no sólo Carmen se ha beneficiado del futuro marido de Carlota...
-¡¿Cómo?!- chillaron al unísono las otras dos, mientras Sonia seguía bebiendo tranquilamente su café.
-¿Hay algo que quieras compartir con nosotras?- insistió Beatriz.
-La verdad es que no, pero si insistís, ¿de cuál de los últimos diez encuentros, queréis los detalles?- preguntó Sonia.
-Eres una... una...- Ángela intentaba reprimir su ira.
Mientras tanto, Sonia seguía tomando café tranquilamente; Ángela parecía muy afectada por la noticia y Beatriz asimilaba lo recibido.
-¿Y a ti qué te pasa Ángela?- preguntó Beatriz- ¿No me irás a decir que te ha dado un arranque de compañerismo?, porque no me lo voy a creer.
Ángela, ignoró por completo a Beatriz y dirigiéndose a Sonia, preguntó:
-¿Se puede saber cuánto tiempo hace que te ves con Oscar?
-Bueno, vernos, lo que se dice vernos... más bien sería mirarnos, tocarnos...- explicó Sonia, con descarada maldad.
-¡Eres una arpía!- chilló Ángela encolerizada.
Sonia se asombró de aquella reacción y Beatriz seguía sin entender nada.
-¿Se puede saber qué te pasa Ángela?, que Sonia es una arpía no es un secreto, y lo hemos asimilado- preguntó de nuevo Beatriz, intentando calmar a su amiga.
-¡Contéstame de una vez!- exigió Ángela a Sonia- ¿cuánto tiempo hace que os veis?
-Pues unos dos meses, Ángela, cálmate- le contestó Sonia un poco asustada.
-Eso mismo, cálmate, ¿nos vas a contar qué pasa o no?- insistió de nuevo Beatriz.
-¿Qué me pasa?- dijo Ángela entre sollozos- pues, que hace dos meses que también me veo con Oscar, él me prometió que me amaba y que dejaría a Carlota, y ahora me entero que también está con esta...
Unas semanas después:
"Rinng, rinng..."
-Dígame:
-Beatriz estoy fatal, además, Ángela no quiere hablarme, y Oscar no contesta a mis llamadas...
-Tranquila Sonia, ya se le pasará...
"Rinng, rinng..."
-Dígame:
-Beatriz, ya he devuelto el traje de novia, y he anulado la reserva en el restaurante.
-¿Cómo te encuentras?
-Un poco mejor, pero aún no entiendo qué pudo fallar...y esas dos...prefiero no pensar en ellas porque me pongo histérica.
-Desde luego vaya trastada, si necesitas algo ya sabes donde estoy.
"Rinng, rinng..."
-Dígame:
-Beatriz, no sé qué hacer, no hay manera de localizar a Oscar, no me contesta.
-Ángela, ¿porqué no te olvidas de él?, además, yo no sé qué le veías...
-¡No seas payasa, Beatriz!, pero, ¿te has fijado alguna vez en él?
-No es para tanto Ángela, es del montón...
"Rinng, rinng..."
-Dígame:
-¿Beatriz?
-Si, soy yo.
-¿cómo estás, preciosa?
-Bien ¿y tú?
-También, ¿te paso a buscar en una hora?
-Claro Oscar, en una hora estaré lista.

22 de enero de 2008

YO NO ESTOY LOCA


YO NO ESTOY LOCA


Pueden juzgar ustedes mismos, pero estoy segura de que mis argumentos son lo suficientemente convincentes como para que crean que yo NO estoy loca. Fui la tercera de tres hermanas. Julieta era rubia y con una melena rizada, más propia de muñeca de porcelana que de persona humana. En aquel entonces, ya conseguía lo que quería con una simple caída de párpados. -¿Quién se podía resistir a esos ojazos azules?- decía mi padre. ¡Pues yo! No era más que la mimada de mis padres, una presumida ingrata, con un cerebro en miniatura. Luego estaba Nora. A parte de una belleza muy superior a la de Julieta, sobre ella, caían todas las esperanzas de mis padres a que alguien de la familia llegara a la universidad; una auténtica rata de biblioteca. Y por último, llegué yo. En mi favor diré, que nada tenía que envidiar a aquellas dos arpías: en cuanto a belleza las triplicaba (como mínimo) y, en inteligencia no se podían comparar a mí, aunque yo la usase de otra manera. Recuerdo que cuándo tenía unos seis años, mis padres me obligaron a ir a un psicoanalista. Decían que mi comportamiento en la escuela no era normal. ¿Por qué? Sólo me dedicaba a sembrar un poco de justicia. Vale, es verdad que a un niño le rompí el brazo con la silla del pupitre, ¡pero se lo había buscado!, ¡me había llamado cuatro-ojos! Y si, también es verdad que a Lourdes le tuvieron que dar puntos en la cabeza por aquel borrador de tiza que le lancé. Pero la culpa era suya, se había reído de mí cuando Jorge me apartó la silla para que me cayera. Y quizás, escupir al director de la escuela por castigarme, cuando tiraba del pelo a Rebeca no ayudó mucho, pero de eso a ir a un Psicólogo… El psicoanalista indicó que era una niña hiperactiva y, que sólo hacia esas cosas para llamar la atención. ¿Y qué creían?, ¿Qué iban a encerrarme en un psiquiátrico? Mis hermanas empezaron a salir con dos gemelos. Eran de buena familia y, he de reconocer que eran muy atractivos. Yo no salía con nadie porque no quería comprometerme. ¡Qué quede claro! En unas navidades anunciaron que se casarían las dos el mismo día. ¡Imagínense que notición!: mi padre lleno de orgullo, mi madre llorando como una magdalena, hasta el perro que teníamos se puso a bailar… Menudo espectáculo… Cien pruebas de moños, doscientos tipos de invitaciones, cuarenta menús para probar… Y ¿me pidieron opinión? ¡Pues no! Cinco meses antes de la boda, conocí a un chico, se llamaba Tomás. Era simpático y me hacía reír. Empezamos una relación y decidí presentarle a mi familia. Debí de escoger un mal día, porque ni siquiera le invitaron a cenar, poniendo por excusa que habían quedado con sus consuegros esa noche, para conocerse. ¡Os lo podéis creer! Me sentí avergonzada. Mi relación siguió adelante, con los altibajos normales en una pareja. Se acercaba la fecha de la boda, sólo quedaba una semana. Tomás me llamó para tomar un café y, me comentó que deberíamos darnos un tiempo, porque creía que nuestro noviazgo no iba bien. Pero ¿por qué? ¿sería por lo de aquel día, cuándo rompí el jarrón de una mesa de restaurante, cuando pude ver perfectamente, como miraba el culo a aquel zorrón? O ¿fue la noche en que quemé toda su ropa porque olí perfectamente el perfume de otra mujer? Si me hubiera dicho que era de su madre no habría hecho tal cosa. O a lo mejor, fue porque le pedí que se casara conmigo, desnuda, delante de sus padres la noche en que me los presentó. ¡Bah! daba igual. No podía permitirme ir a la boda de mis hermanas sin un acompañante. Le pedí que me acompañara y accedió. La noche anterior al Gran Día, fui a la habitación de mis hermanas para desearles buena suerte en día, (mis padres me obligaron). Al entrar casi vomito: estaban saltando encima de la cama, dando grititos y casi llorando, como si fueran quinceañeras. Al verme se pararon. -¿Qué quieres, mocosa?- preguntó, Nora. -Desearos buena suerte para mañana- les conteste. Las dos se pusieron a reír como locas. -Nosotras no necesitamos suerte, Tú eres quien la necesita, porque si sigues tan histérica, mañana será lo más cerca que estés de un altar.- Concluyó, Julieta. Salí de la habitación. La boda se celebraba en casa y la ceremonia en el jardín. Desde muy temprano se oían los gritos de mis hermanas y mi madre. Tomás llegó pronto y estaba guapísimo. Le indiqué que me esperara en el jardín. Los novios esperaban en el altar y, mis hermanas, preciosas, bajaban la escalera para encontrarse con ellos. Cuatro horas más tarde, estaba encerrada aquí, en este hospital, con una camisa de hebillas que no me deja ni respirar. Y ¿por qué?, ¿por prender fuego al vestido de Nora y a causa de ello, quemar la casa de mis padres? O ¿por arrancarle la melena a Julieta y empujarla por la escalera?


¡Jajaja! Al final, creo que si que necesitaban un poco de suerte.

18 de enero de 2008

HOMENAJE A LAS MADRES


23:12: Oigo a Alejandro gritar: “mamá, mamá!!!”, me levanto sobresaltada y casi tropiezo al ponerme las zapatillas. Le veo en medio del pasillo con cara de circunstancia y me dice casi llorando que le da miedo ir al baño solo. Irremediablemente unas dudas me asaltan, ¿qué será lo que le da coraje para cruzar medio pasillo a oscuras y qué lo que le acobarda tanto como para no poder seguir? En fin, le abrazo y le acompaño. El pobrecito se queda dormido sentado en la taza. Lo cojo en brazos y le llevo a su habitación. Le dejo sobre la cama y le arropo con el edredón. ¡Qué guapo es!. Con pies de gato salgo de la habitación. -¡Mamá tengo sed! Andrés se ha despertado. Le digo que voy a por un poco de agua, se la doy, le beso, le arropo y salgo de nuevo. ¡Al fin mi cama!
2:40: Noto como algo está intentado trepar por las sábanas. Aunque creo saber que es, abro la luz de mi lamparita. Lo suponía, allí está María intentando subir a la cama.-¿Puego domí cotigo mami?¿Qué le puedo decir con esas mejillas sonrojadas y esa carita de ángel? Le ayudo a subir. ¡Lo que faltaba!, no viene sola, con una mano sujeta su mantita de perritos y con la otra su osito preferido. Nos instalamos, María, la manta, el osito y yo. Todo esto intentado no despertar a José, aunque bueno eso me sorprendería bastante…María coje su manta y nos tapa la cabeza a las dos, se intenta dormir enrollando con un dedito un mechón de mi pelo y con el otro brazo agarra mi cuello. Con cuidado aparto la manta de nuestras cabezas. Ya está dormidita, a ver si ahora lo consigo yo.
6:30: ¿Quién diablos inventó los lunes? Sin hacer ruido me levanto dejando a María a sus anchas en la cama. José ya se ha ido y ni me he enterado. Me doy una ducha rápida y me dirijo a la cocina. Mmm… a María le haré un zumo de frutas que le encanta. A Alejandro un batido de chocolate con magdalenas. Andrés odia las magdalenas y el chocolate le sienta mal, para él un vaso de leche con galletas y a Esperanza… con la tontería esa de no querer engordar, ¿qué le hago?, le haré un zumo de naranja, tiene muchas vitaminas.
7:30: ¡Diana! Me dirijo al cuarto de Esperanza.-Buenos días tesoro, despiértate y a desayunar.Refunfuña un rato pero al final se levanta. Le doy un beso. Voy hacia el “templo sagrado” de mis dos hombrecitos preferidos.-Buenos días perezosos.Ni se enteran, están como troncos. Al final tengo que sacarlos de la cama yo misma. Alejandro me da un beso y Andrés aún no está en órbita. Le beso yo.-Alejandro no dejes que tu hermano se duerma.Oigo como Alejandro le embiste con el cojín mientras voy a por María.-Hola cariño.Ya está despierta y jugando tranquilamente con su osito. Me la llevo a la cocina. Todos están en su sitio menos Esperanza que todavía sigue en el baño. Empiezan a desayunar y Esperanza llega.-Cariño, por Dios, vete a lavar la cara que eso no es maquillaje, eso es pintura al óleo.Se va de nuevo al baño, aunque protestando. Regresa con la cara limpia, le sonrío pero ella me mira con rabia.-Esta tarde te enseñaré a maquillar, ¿vale?Está contenta.Todos desayunados.
8:30: En al coche, recuento de niños, si, están todos. Primero dejaré a Esperanza en el instituto que me viene de paso.-Que tengas un buen día cariño.Se despide y doy la vuelta con el coche. Alejandro y Andrés empiezan a discutir, mientras María canturrea algo sobre un elefante. Les pido que no discutan, Andrés pellizca a Alejandro, Alejandro se pone a llorar y María sigue cantando. Riño a Andrés y se pone a llorar de la rabia. Mis dos chicos llorando y María en su mundo cantando. Llegamos al colegio, bajo del coche y les pido por favor que no se peleen, les seco las lágrimas y les doy un beso. Alejandro se va medio contento pero Andrés sigue enfado conmigo. Subo al coche y María sigue cantando.-¿me enseñas esa canción, María?Y ella contenta empieza de nuevo:-Gun efelante se bagansebaba, sogue la tega de una agaña…Me da la risa.-¡Muy bien cariño!Empieza a aplaudir muy contenta. Llegamos a la guardería, aparco en doble fila, sólo tengo que acompañarla. La llevo hasta la puerta y nos abre su señorita, se queda muy contenta.Me voy al coche, ¡mierda! Me han puesto una multa.
9:30: En casa de nuevo. El polvo, la aspiradora, la ropa, las habitaciones, la fregona. ¡Dios mío! son las 12:30. Improviso algo para comer, unos macarrones que les gustan a todos y un poco de ensalada. Hoy todos terminan a las 14:00.
13:50: A por los niños. Esperanza me cuenta que mañana tiene un exámen muy difícil, y que está muy disgustada con Celia, su mejor amiga, porque el chico que le gusta a ésta se ha encaprichado de Esperanza, y ahora no quiere hablarle. Esperanza se pone a llorar.-Tranquilízate cariño, encontraremos una solución para esto.Se seca las lágrimas, parece más tranquila. Llegamos al colegio, y mis terremotos suben al coche, Andrés sigue de morros conmigo y Alejandro me cuenta la cantidad de deberes que tienen para mañana. -¿Tú también tienes tantos deberes, Andrés?Me contesta con un rotundo, seco y monosilábico SI.Recogemos a María, esta vez dejo el coche en marcha delante de la puerta de la guardería. María sigue muy contenta.
14:20: A comer. La cocina parece un campo de batalla, Andrés no quiere ensalada, a Esperanza le parece demasiado grande el plato de macarrones, Alejandro grita diciendo que le pica la lengua, ¿Cómo le puede picar la lengua? ¡si no he puesto pimienta!. María se dedica a hacer bolitas con la miga del pan, y las camufla entre los macarrones. Después de discutir con Esperanza la cantidad adecuada de macarrones, de poner más cantidad al plato de Andrés, de conseguir que María comiera algo, y de examinar minuciosamente la lengua de Alejandro, puedo considerar que todos han comido lo suficiente.
15:00: Todos a sus tareas. Esperanza se va a estudiar para el exámen, los dos terremotos a por sus deberes, y María y yo en la cocina. Yo despejo la mesa con su ayuda, porque si no dejo que me ayude se enfada mucho, ¿me pregunto por qué no serán como ella todos? Después de fregar los platos nos vamos al sofá un ratito. María se queda dormida.Las horas que quedan del día las reparto entre todos, una sesión completa de multiplicaciones y divisiones con Alejandro, otra del sintagma nominal con Andrés, sin olvidar lo que me ha costado que se le quitara el enfado conmigo. Unas clases prácticas de estética con Esperanza, y de psicología aplicada a la adolescencia. Sin olvidar los puzzles que hemos montado con María, unos 12 como mínimo.
-¿Qué tal el día José?
-Hoy a sido horroroso cariño, tenían que salir 13 pedidos para mañana, así que hemos tenido que ponernos las pilas. Por cierto ¿aún no has hecho la cena?.